Pocos son los títulos que nos llegan del continente africano; menos aún los firmados por mujeres. De hecho, la mayoría de personas, incluso preguntando a aquellas asiduas al séptimo arte, tendrían dificultades para mencionar un solo título de alguna película producida en África. Tal vez Timbuktu del mauritano Abderrahmane Sissako, pero de eso ya hace seis años. Es más probable que esas mismas personas mencionen Diamantes de Sangre (con Leonardo DiCaprio) o El Último Rey (con Forest Whitaker) como “películas africanas”, cuando la única relación con ese continente es que simplemente están filmadas en él, con la mediación cultural, política, ideológica y económica que ello conlleva. Y, a pesar de ello, África cuenta con la segunda mayor industria de cine del mundo en lo que a producción de cintas se refiere; nos referimos a la industria audiovisual nigeriana, popularmente conocida como Nollywood.
Para comprender la evolución del cine africano hay que retroceder hasta los años 60, momento en el que, de la mano de Ousmane Sembene y con la llegada de las independencias, nace el género como tal, es decir, cine hecho en África, por africanos (en ese momento solo hombres) y, principalmente, para africanos y africanas. Si bien es cierto que en aquellos primeros años las mujeres apenas tenían presencia en las producciones cinematográficas, con el paso de los años, pero sobre todo con la llegada de las nuevas tecnologías y el abaratamiento de los costes de producción, el cine hecho por mujeres ha crecido exponencialmente, más aún si se tiene en cuenta que la mayoría de títulos grabados en este continente están destinados exclusivamente al mercado interior. La burkinesa Apolline Traoré (1976), la etíope Hermon Hailay (1985) y la germano-keniata Philippa Ndisi-Herrmann (1985), son tres buenos ejemplos de mujeres cineastas que, con aproximaciones formales muy diferentes, abrazan historias nacidas de sus experiencias vitales como ciudadanas africanas. Crecimiento, por otro lado, que rara vez se ve reconocido en los festivales de cine de prestigio como el Festival de Cine de Cartago (JCC, Túnez) o el FESPACO de Ouagadougou (Burkina Faso), donde tan solo 4 mujeres (en el primero de ellos) han obtenido el máximo galardón (y ninguna en el segundo).
Desde marzo de 2019, Solidaridad Internacional viene organizando el ciclo de cine africano a través del Centro de Recursos Africanistas, el CREA. Sara Nicholson es la encargada de organizarlo, una voluntaria estudiante de Master de Cooperación Internacional y Desarrollo del Instituto Hegoa involucrada en el desarrollo social del barrio en el que está ubicado el CREA y en el que actualmente reside, entendiendo su labor al frente del ciclo como un espacio integrador y abierto a todo el mundo donde fomentar el mutuo conocimiento.
Artículos en este número...
- 1MUJERES TRAS LA CÁMARA
- 2EL CINE AFRICANO POSTCOLONIAL I: OUSMANE SEMBENE
- 3LA DIOSA TANIT Y LA PRINCESA YENNENGA
- 4CICLO DE CINE AFRICANO EN EL CREA
- 5EL CINE AFRICANO POSTCOLONIAL II: NOLLYWOOD
- 6TRES MUJERES, TRES EJEMPLOS
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