Los europeos empezaron a llegar a África en el siglo XV, estableciéndose con mayor frecuencia en enclaves costeros, pero no fue hasta finales del siglo XIX que las naciones europeas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, España y Portugal se reunieron en la famosa conferencia en Berlín en 1884–1885 y dividieron áreas de influencia entre ellos. Como ya señalaba Bradfor en 1996, las mujeres africanas fueron completamente ignoradas por la colonización y su existencia a menudo es negada conceptualmente, siendo sus roles descritos desde percepciones etnocéntricas que las han situado en sistemas de género rígidos y esencializados, obviando el dinamismo sociocultural del género.
En este sentido, nos referimos al periodo colonial teniendo en cuenta las formas en que las mujeres negociaron el grado de fuerzas políticas, económicas y sociales que implicó la colonización: desde el gobierno europeo, las misiones, los impuestos, los cultivos en efectivo hasta la biomedicina, la migración de blancos, los asentamientos de blancos, los discursos de poder racializados. Sin embargo en casi la mayoría de relatos nos encontramos una imagen socavada de las mujeres africanas como víctimas desgraciadas que contrasta con sus viajes, negocios, sus luchas, relaciones familiares a través de las que las mujeres africanas fueron agentes activas en la creación del mundo colonial (Alman,GeigeryMusisis, 2002).
Esclavitud
El estudio de la esclavitud, como nos indica Sheldon, es un área de estudio que se ha podido investigar gracias a las fuentes escritas de los comerciantes. Los esclavos dentro de África han sido mayormente mujeres y los hombres destinados al comercio internacional, o en casos donde los esclavos eran cautivos, las mujeres eran integradas en la nueva sociedad, mientras ellos eran asesinados por considerarlos enemigos. Las mujeres también fueron propietarias de esclavos, especialmente en aquellas áreas donde tuvieron la oportunidad de acumular riqueza a través del comercio y el mercado de trabajo. No solamente tenían recursos para la adquisición de esclavos sino que necesitaban mano de obra adicional. De esta forma, la esclavitud africana puede ser descrita como un continuo control sobre la gente (Sheldon, 2016).
En muchas sociedades se aceptó empeñar esclavos como forma de reparar débitos o reconocer una afiliación o relación de dependencia. Tales prácticas, mientras que situaban inicialmente a las personas en situaciones de esclavitud, podrían ofrecer una gran oportunidad a la gente para salirse de su situación, que era común en el norte y el sur de América. Pero un aspecto complicado del control masculino sobre el trabajo de las mujeres significó que las mujeres eran mas vulnerables a la captura, al empeño y esclavismo, especialmente en áreas donde eran dependientes de los hombres para acceder a la tierra. Esto significó que en algunas áreas había grupos de personas consideradas marginales quieren fueron responsables de ser vendidos a europeos y arrastrados al comercio internacional de esclavos.
Imagen 2. Caricatura de SaartjieBartman por William Heath. Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Sarah_Baartman#/media/File:A_Pair_of_Broad_Bottoms.jpg
Margaret Jean Hay (1988) en su artículo "Queens, Prostitutes and Peasants: Historical Perspectiveson African Women, 1971-1986", explica a través de diversos estudios cómo la presencia del comercio de esclavos y de esclavos domésticos tuvo importantes implicaciones para las mujeres africanas. En ocasiones la historia de la esclavitud se cruza con la de las esposas. Por ejemplo en el norte de Sudán, donde las mujeres habían sido previamente una parte importante de la producción agrícola, JaySpaulding ha demostrado cómo la presencia y el costo de los esclavos llevó a los hombres a sustituir el trabajo esclavo por el trabajo de sus esposas en la agricultura, usándolo al mismo tiempo como una forma de imponer un "aislamiento honorable" a sus esposas. En las zonas de África central y meridional donde el comercio de esclavos fue interrumpido en el siglo XIX, Marcia Wright (1983a y 1984) ha argumentado que la capacidad de los hombres para adquirir esclavos como esposas y vender a sus esposas como esclavas cambiaron los roles de ambos -esposas y esclavos- e hizo a todas las mujeres más vulnerables.
SARA BAARTMAN
Fue una conocida mujer sudafricana Khoikhoi que fue exhibida como atracciones de espectáculos anormales en la Europa del siglo XIX bajo el nombre de Hottentot Venus siguiendo la ideología racista y sexistas de los colonos del siglo XIX .
De acuerdo con los estudios de las feministas contemporáneas, la iconografía tradicional y las ilustraciones históricas de Baartman revelan la representación ideológica de las mujeres negras en el arte a lo largo de la historia. Tales estudios evalúan cómo se definió institucional y científicamente la iconografía tradicional del cuerpo femenino negro en el siglo XIX (Gilman, 1995). Para más información sobre Sara Baartman leer Clifton Crais& Pamela Scully (2009). Sara Baartman and theHottentot Venus: A GhostStory and a Biography. Princeton University Press.
También existen dos películas al respecto
• AbdellatifKechiche: Vénusnoire (Black Venus). Paris: MK2, 2009. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=DKLMzAlZyi4
• Zola Maseko: Thelife and times of Sara Baartman. Icarus, 1998
Cambio en la división sexual del trabajo y los roles de género
Los estudios sobre el trabajo de las mujeres durante el período colonial han mostrado que perdieron poder y autonomía económica con la llegada de los cultivos comerciales y al ser excluidas del mercado global. La imposición de sistemas de género a la “europea” perjudicó enormemente la posición social de las mujeres africanas modificando la división sexual del trabajo y los roles de género. En este sentido, se impuso el uso de la mano de obra masculina africana en las plantaciones de cultivos comerciales, dejando a las mujeres al cuidado de los hogares, familias y comunidades. Esta división creó la asociación de los cultivos comerciales con los hombres y de los de subsistencia con las mujeres, asociación que va a perdurar hasta la actualidad, perjudicando la capacidad de generar ingresos a partir de ellos, a pesar de que las mujeres también trabajen con actividades específicas en la producción de cultivos comerciales (Chachage y Mbilinyi 2003).
Al mismo tiempo, los hombres y el comercio internacional se beneficiaron porque usaron el trabajo no remunerado de las mujeres, aunque la dinámica varía de un lugar a otro. Como explica Sheldon (2017), por ejemplo, en Ghana, cuando los árboles de cacao se introdujeron por parte de los colonos y quedó claro que este cultivo para la exportación era un negocio lucrativo, los hombres compraron tierras que dedicaban a la plantación de cacao. En la mayoría de los casos, compraron la tierra a crédito con parientes femeninos como garantía, de modo que si el hombre no podía pagar el préstamo, las mujeres eran empeñadas o transferidas al acreedor. En el caso de Tanzania, el café fue el cultivo estrella introducido por los alemanes primero y continuado por los británicos después, usando mano de obra principalmente masculina en las plantaciones. Aquellos hombres que cultivaban café en sus huertas usaban la mano de obra femenina para la recolecta, el lavado y el secado del café, aunque los beneficios eran para ellos (Manzanera y Lizárraga, 2017).
Aunque algunas mujeres eran propietarias de tierras, estaban en minoría, a pesar de realizar casi todo el trabajo agrícola que alimentaba a sus familias. En Senegal y Gambia las mujeres habían cultivado durante mucho tiempo arroz y cuando los cacahuetes se agregaron al calendario agrícola, el resultado fue un cambio en los patrones de propiedad de la tierra. Las mujeres continuaron cultivando alimentos de subsistencia y también contribuyeron con su mano de obra a la producción de arroz, adaptándose a los cambios aunque eran los hombres los que controlaban los ingresos generados por la venta de ese arroz, que en la temporada agrícola, se usaba para alimentar a los trabajadores extranjeros traídos a trabajar en los campos de cacahuetes.
En otros lugares, las mujeres continuaban su trabajo cultivando alimentos para el consumo de su familia, mientras que los hombres entraron en la economía colonial, ganando salarios trabajando en plantaciones de té y algodón o, en el sur de África, yendo a trabajar bajo contrato a las minas de oro, diamantes y cobre, incidiendo al mismo tiempo en la formación de nuevas clases sociales.
Por ejemplo, en el caso de Ciudad del Cabo en 1820, se otorgó a los colonos británicos recién llegados cien acres por cada veintitrés inmigrantes. Sin embargo, esta opción no estaba disponible en el caso de las mujeres inmigrantes. Décadas más tarde, supuestamente hubo un florecimiento de un campesinado africano que mostraba una ética individualista donde los campesinos de clases medias serán considerados como votantes mientras la inmensa mayoría de campesinos pobres, sobrevivieron participando en el sistema de trabajo migrante.
El endeudamiento era el dispositivo crucial para separar a los campesinos de los medios de producción. Sin embargo, a pesar de la votación, y la gran cantidad de trabajadores migrantes, solo estaban abiertos a los hombres. La mayoría de las mujeres campesinas habían sido separadas de los medios de producción clave. Como menores legales, no podían por ley contraer deudas y su capacidad de autonomía, quedó dependiendo de los hombres (Bradford, 1996).
Imagen 3. La población africana en la nueva España Fuente: http://pep.ieepo.oaxaca.gob.mx/recursos/multimedia/SEPIENSA_conectate_y_aprende/contenidos/h_mexicanas/colonia/poblacion_africana/africanos_2.html
Las autoridades coloniales desconfiaban de las mujeres que se encontraban en zonas urbanas introduciendo leyes para controlar el movimiento de mujeres solas. Los pases eran documentos que se requerían en muchas partes del África colonial para que hombres y mujeres se muden de sus zonas de residencia. Por lo general, a las mujeres se les permitía emigrar con parientes varones, siguiendo las representaciones de género occidentales de los colonos, que creían que las mujeres eran controladas por esos hombres. Hay casos en que los hombres africanos apoyaron los esfuerzos coloniales para monitorear los movimientos de mujeres, para que las mujeres estén bajo el escrutinio de los hombres locales y las autoridades europeas que tenían unas ideas muy claras sobre cuál era la residencia adecuada de las mujeres, y deseaban restringir su comportamiento, ocupación,y la capacidad de viajar (Sheldon, 2017).
Aún más, los hombres y el comercio internacional se beneficiaron porque pudieron confiar hasta cierto punto en el trabajo no remunerado de las mujeres, aunque la dinámica variara de un lugar a otro. En algunas áreas, la introducción de cultivos comerciales condujo a cambios en el trabajo agrícola de las mujeres y en el control de los hombres sobre las tierras. En otras áreas, las mujeres típicamente continuaron su trabajo cultivando alimentos para el consumo de su familia, mientras que los hombres ganaban salarios trabajando en plantaciones de té y algodón o, en África central y meridional, trabajando en minas de oro, diamantes y cobre. Algunas mujeres se mudaron a las comunidades urbanas de nuevo desarrollo en busca de nuevas oportunidades, aunque la mayoría permaneció en las áreas rurales. El análisis del desarrollo de los sistemas legales bajo el colonialismo sugiere que las mujeres estaban en desventaja, ya que se establecieron leyes "consuetudinarias" basadas en el testimonio masculino que dio a los hombres, y especialmente a los hombres de élite, ventajas sobre las mujeres en cuestiones de matrimonio y divorcio. La actividad política precolonial de las mujeres fue generalmente ignorada por las autoridades coloniales, quienes se volvieron exclusivamente a los hombres cuando establecieron oficinas políticas locales. En muchas partes de África occidental, las mujeres eran miembros de asociaciones dirigidas por y para mujeres, lo que les daba la última palabra en las disputas sobre los mercados o la agricultura. Los agentes coloniales, casi siempre hombres, ignoraron esa realidad lo que, cómo veremos en el siguiente apartado, fue utilizado por las mujeres para rebelarse contra el régimen colonial y ser agentes clave en los procesos de independencia.
Medidas de desarrollo colonial y misiones cristianas: género, clase y solidaridad femenina
La introducción del cristianismo y de la ideología occidental influyeron enormemente para que las mujeres tomaran una posición secundaria en el ámbito del liderazgo educativo y religioso. Esta situación se profundizó a partir de la implantación de medidas de desarrollo social tras la Segunda Guerra Mundial, cuya ejecución fue distinta según las metrópolis y los intereses diversos, en ocasiones contradictorios entre metrópolis, administradores coloniales locales y líderes africanos.
Estas medidas se dirigieron fundamentalmente a las familias de los líderes locales con el fin de ganarse su adhesión. En las colonias francesas las medidas educativas dirigidas a las mujeres siguieron el sistema metropolitano (Díaz y Rivas, 2007). En las británicas, se implementaron campañas de educación masivas, generalmente alfabetización, incorporándole poco a poco otros proyectos como los clubes de mujeres. Algunos autores han sugerido que la apertura a la implantación de medidas de desarrollo social rural se debió más al miedo de que los brotes de violencia aparecida en el continente contra las administraciones coloniales -como la Rebelión Mau-Mau en Kenia o la Guerra de las Mujeres en Nigeria- se extendieran, más que a un interés real por la mejora de la vida de las gentes africanas (Geiger, 1997; Manzanera, 2012). Otros apuntan a que el desarrollo social hay que enmarcarlo dentro del contexto de un muy débil control de los oficiales locales por parte de la metrópoli, un pensamiento racista y un diálogo muy lento entre las colonias y las metrópolis donde los expertos de desarrollo social se subordinaron a los intereses de la administración local (Ecker, 2004). En cualquier caso las medidas educativas mayormente aceptadas por las mujeres (Geiger, 1997), conllevaban la posibilidad de ocupar puestos en la administración a través del fomento de un modelo de mujer ubicada en el ámbito doméstico siguiendo el modelo femenino europeo del momento.
Imagen 4: Plantación en Tanzania Fuente: http://www.fao.org/3/u4200s/u4200s0o.jpg
A pesar de la expansión de la alfabetización, el acceso a la educación secundaria y superior fueron muy limitados. Fueron pocos los hombres africanos que lograron ocupar altos cargos en la burocracia del Estado y casi inexistentes las mujeres ya que para tales ocupaciones era necesario certificados de nivel siete o estudios universitarios. La clara demarcación de género de las nuevas ocupaciones se hizo, de acuerdo con Maddoz y Giblin, “subordinando el conocimiento local a la racionalidad del conocimiento de “Occidente”, y al mismo tiempo confinando a los actores políticos africanos a unos campos de acción altamente localizados” (2005:4). La desigualdad de género que situaba a las mujeres en determinadas posiciones dentro de la escala ocupacional de manera desigual con respecto a los hombres fue reforzada. Los jefes y sus familias debían ser los primeros en incluirse en tales campañas. Los hombres por una parte y la administración colonial por otra, redujeron la calidad de vida de las mujeres aumentando sus responsabilidades en las esferas productivas, reproductivas y comunitarias e invisibilizando su valor. El nuevo modelo de familia que se trató de imponer en el territorio no hacía más que entrar en contradicción con la organización social y económica que el sistema de familia africano conllevaba.
Con ello aparecía un nuevo esquema “hibridado” que ejercía más y más presión sobre el trabajo de las mujeres. Las dificultades para seguir con las campañas de alfabetización comenzaron pronto. Las autoridades, sin embargo, estaban cada vez más recelosas de las poblaciones educadas que ahora podían participar en los mismos términos y con el mismo lenguaje sobre la administración y las medidas políticas, económicas y sociales que se estaban llevando en el territorio. Por otra parte, la falta de interés de las poblaciones debido en parte a la lejanía que estos programas mostraban ante las preocupaciones reales de la gente, junto con las dificultades económicas que las políticas de desarrollo rural imponían, los hacía cada vez menos sostenibles.
Las medidas de desarrollo social fueron promocionando el desarrollo de clubes de mujeres para que éstas fueran educadas según los cánones europeos y así suministrar esposas “adecuadas” a los hombres que trabajaban en la administración. Una nueva burguesía de africanos y africanas en se estaba creando a través de la implementación de estas medidas y al mismo tiempo a través del rechazo a éstas. Sobre este aspecto ha habido y sigue habiendo controversias; sin embargo, un aspecto es claro: ya fueran estas medidas, por un lado, respuestas de los intereses coloniales -a partir de 1945- a sus demandas de cuerpos africanos para continuar con su Administración colonial o, por otro lado, respuestas para la preparación de cuerpos africanos formados para ocupar una futura administración independiente, la cuestión es que el papel adjudicado a las mujeres en ambos proyectos fue el de actrices secundarias a la sombra de los hombres.
Clubes de Mujeres: políticas de domesticación y modernización de las mujeres africanas.
Los clubes de mujeres nacieron de las organizaciones para el entretenimiento de las esposas e hijas de los colonos británicos. Más tarde establecieron como objetivo “civilizar” a las mujeres nativas. La fórmula era la formación en tareas del hogar y formación sobre pequeñas actividades comerciales tales como la realización y venta de jerseys de lana o de alfombras tradicionales. Así se dejaban e lado, por una parte, los problemas reales que las mujeres tradicionalmente tenían y, por otro, aquellos nuevos aparecidos a partir de las políticas coloniales establecidas.Inicialmente llevaron a cabo actividades de recreo, la realización de publicaciones periódicas de las actividades, etc., sólo para los de ser descendientes “puros” de Europeos.A partir de la década de 1950, estas organizaciones, tratarían de llegar a las mujeres africanas con el propósito de “animar la existencia de las buenas relaciones raciales a través de promover la simpatía de pensamiento, realizar propuestas y mejorar las condiciones de vida como un seguro para cualquier niño y su desarrollo”. Su objetivo era el de coordinar las actividades de todas las sociedades de mujeres que trabajan en pro del bienestar y trabajo social haciendo especial hincapié en la ayuda para el establecimiento de clubes de mujeres africanas. Los clubes deberían servir para concienciar a las mujeres sobre el “aumento del gozo de sus vidas” a través de actividades de autoayuda. Partían de la concepción liberal del individuo de las sociedades de clases burguesas en Europa donde las situaciones de desigualdad eran naturalizadas como aspecto intrínseco al individuo, al que le era asignada tal situación por nacimiento.
En este contexto las mujeres tomaban iniciativas caritativas propias de los roles, que según las convenciones de la época les atribuían y de acuerdo con las nuevas relaciones de género, que el nuevo modelo de sociedad imponía (Escobar, 2002; Manzanera, 2009). La propuesta general del trabajo con mujeres era la conversión de las mujeres africanas al modelo femenino europeo convencional que las situaba en el espacio de los hogares como madres y esposas y a su vez como única identidad, suministradoras de cultivos para el hogar y alejadas de las relaciones de mercado que los hombres africanos estaban acaparando.
Estas organizaciones al igual que las campañas de alfabetización se dirigieron a aquellas mujeres hijas de líderes africanos o residentes en las poblaciones urbanas o periurbanas que los colonos establecieron. Además eran mujeres generalmente cristianas o convertidas al cristianismo. Otro de los objetivos de los clubes era suministrar esposas “adecuadas” a los nuevos jefes, técnicos y futuros administradores.
Carta de un estudiante a las mujeres de su región en Tanzania.
Educación de Chicas en el Distrito de Rungwe.
Gastaría usted un espacio en el periódico de NyakusaLembuka para que pudiera escribir algunos aspectos sobre el título que se indica arriba.Ello me dirige con sorpresa cuando oí a las chicas del distrito de Rungwe decir “me quiero casar con un chico educado”, sin embargo, cuando pregunto a algunas de ellas si están educadas o no, la respuesta es siempre si y no.Una chica del Distrito de Rungwe que responde con un no debería exigírsele pensar en que la educación es sólo para los chicos, y esto tampoco debería limitar a las chicas pensar que la educación para ellas se prefiere que sea sólo desde el nivel 1 al 7 y que sabiendo cómo leer y escribir no es el arte de leer y escribir, pero es también una causa de tener el conocimiento sobre algunas cosas, buen carácter y maneras y poder para poder hacer una vida. Quizás yo malinterpreto que tu quieras casarte con un chico de escuela. No es deseable casarse con un chico educado si tú no estas educada. Debes tener cuidado con el arte de pensar que casándote con un chico educado te preferiría a ti si no sabes nada sobre el hogar. Nosotros los chicos-de-escuela queremos casarnos con chicas educadas por muchas razones las cuales espero que aparezcan en el próximo tema. Deberíamos estar agradecidos si nuestros padres cambian sus mentes para permitir a sus hijas ser altamente educadas. Nosotros fuera estuvimos contentos de oír a la Señora Bertha Akim del Colegio universitario de Makerere y felicitamos a su padre por el esfuerzo y animo que ha puesto en su hija y sobre su fuerte deseo para su educación superior.
Deseándole buena suerte. Oh! Queridas chicas del distrito de Rungwe y cierro aquí,
Vuestro, Jackson Joseph Sichali. LUKASA
Melinda Adams (2006) indica que las políticas coloniales dirigidas a las mujeres no fueron solamente en detrimento de las mujeres africanas a través de su domestificación. Por el contrario, algunas de ellas tuvieron el efecto de empoderamiento ya que muchas de las mujeres que accedieron a tales medidas las utilizaron a través de su agencia para socavar las políticas coloniales y el patriarcado de sus propias sociedades usándolas en su propio interés. Estamos de acuerdo con la autora en que la “clase, el contexto, la religión y la administración colonial fueron importantes variables que influenciaron cómo estas ideologías afectaron a mujeres específicas. En ciertos contextos, ideologías de domesticidad fueron atenuadas por otras políticas que buscaban explícitamente aumentar la participación de las mujeres en el espacio público. Además las mujeres africanas frecuentemente subvertían estas ideologías domésticas, cogiendo lo que era útil y dejaban el resto detrás”. Tenemos que añadir, sin embargo, que aquellas que no tuvieron acceso a tales medidas fueron marginadas por estas políticas y no tuvieron ninguna posibilidad de agenciarse de ellas. Más aún esta imposibilidad marcará sus posiciones en la posterior etapa de las independencias así como la de las futuras generaciones. Nos referimos específicamente a las mujeres pertenecientes a las comunidades rurales y más concretamente islámicas. Aquellas que se beneficiaron de estas medidas fueron generalmente mujeres e hijas de los jefes que sirvieron a los intereses coloniales. Probablemente a pesar de que su participación respondía a estos intereses más tarde también las situaría en posiciones privilegiadas dentro de la escala social y ocupacional de las nuevas clases emergentes en el periodo post-colonial.El modelo de familia como construcción y representación ideológica que se desprendía desde estos clubes reforzaban de nuevo el de la familia nuclear con un padre, una madre e hijos y con el hombre como único cabeza de familia, proveedor y administrador de los recursos del y en el hogar.
La propuesta es ahora la de dejar en manos de las poblaciones africanas su propio desarrollo. El poco realismo de estas políticas sobre la vida de las poblaciones africanas y la contradicción en la definición de conceptos como el de hogar y familia, junto con aspectos como los roles de género existentes, llevaron al fracaso de estas medidas y al descontento de una cada vez mayor cantidad de población africana en el continente.
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